Hay muchos días en la vida que te dan oportunidades de aprender una gran lección, y esto no siempre ocurre en los momentos que a priori parecen más trascendentales, sino en momentos tranquilos del día a día donde la atención se centra en una preocupación cotidiana.
El 7 de septiembre pasado, en una conversación informal sobre el sufrimiento que produce a una madre y un padre el ver a su hijo pasar un mal momento al quedarse por primera vez en ese curso en la guardería, me impactó la reflexión de un sabio, que como el diablo siempre sabe más. Tras escuchar pacientemente las palabras de esos padres sobre su pequeño hijo, dijo: «el buen padre es aquel que toma las decisiones sobre la educación de sus hijos poniendo lo que es mejor para sus hijos por delante de sus propios sentimientos» (Prof. Dr. Agustín Dosil).
Al día siguiente, y tras una conversación con mi amigo y entrenador César Iglesias, reflexioné sobre el papel y el comportamiento de muchos padres en el deporte de sus hijos, y recordé algunas de las situaciones vividas desde los 14 años, cuando tuve por primera vez la responsabilidad de entrenar a un equipo. Los padres deciden en muchas ocasiones llevados más por cómo se están sintiendo que por lo que objetivamente es bueno o malo para sus hijos.
Esos sentimientos pueden jugarnos malas pasadas. Creo que ante una decisión importante, debemos preguntamos cómo estamos, cuáles son nuestros sentimientos, en qué punto emocional nos encontramos… todo esto con el objetivo de conocer a fondo nuestro momento personal y centrar nuestro esfuerzo en tomar la decisión adecuada. Si no nos tomamos el tiempo y el interés precisos para esta reflexión, si dejamos que el impulso dirija nuestras decisiones en lo que tiene que ver con las cosas que realmente son importantes, correremos mayor riesgo de equivocarnos. Es posible que seguir ese impulso nos haga sentirnos momentáneamente mejor, pero a largo plazo esa decisión en vez contribuir a mejorar puede llevarnos a empeorar.
Yo, como padre, he realizado la firme promesa de no olvidar la frase de Agustín Dosil para poder llevar a cabo lo mejor posible para mis hijas la labor de educarlas y cuidarlas, tomando las mejores y más reflexionadas decisiones en lo que tiene que ver con ellas.
Les sugiero una pregunta: ¿qué otras actitudes nos dificultan tomar buenas decisiones cuando se trata de nuestros hijos en el ámbito deportivo?
Rubén Domínguez